Cómo construir, mantener y disfrutar de un pozo de agua potable en casa.

Si dispones de un terreno propio, con huerto, casa y espacio de sobra en un lugar fértil, es probable que te hayas hecho esta pregunta en algún momento: ¿Cómo puedo obtener mi propia fuente de agua potable? Así es como nace la idea de construir un pozo.

Aunque suene complicado, lo cierto es que tener un pozo en casa puede traer muchas más ventajas que complicaciones; sin embargo, no todo el mundo se siente preparado para hacer una obra así, para mantenerlo, saber qué hay que hacer, dónde exactamente, el presupuesto, etc.

Pero como aquí nos encontramos para solucionar esas dudas, no debes sentirte abrumado o abrumada: en este artículo vamos a ponernos en este tipo de situaciones para que sepas qué hacer.

El primer paso: saber dónde colocarlo.

Puedes tener mucho espacio, eso está claro, pero, ¿sabes por donde pasa el agua? Esto es fundamental para determinar el lugar donde estará el pozo, y para conocerlo se usa una técnica muy curiosa y económica: el péndulo del zahorí.

El zahorí utiliza un péndulo o varillas en forma de “L” para detectar el flujo subterráneo de agua. La idea es sencilla: al caminar sobre el terreno sosteniendo las varillas, estas reaccionan cuando encuentran un curso de agua o un nivel freático más cercano a la superficie. Aunque pueda sonar a ciencia antigua o a superstición, muchas veces funciona sorprendentemente bien, sobre todo en combinación con conocimientos sobre la geología local. Es un método que permite orientarse antes de excavar, evitando inversiones innecesarias en lugares donde el agua no será accesible.

Y si no quieres usar el método del péndulo del zahorí, existen otras formas de saber si hay agua bajo tu terreno: una opción es recurrir a estudios hidrogeológicos profesionales, que analizan el suelo y la profundidad del acuífero mediante perforaciones exploratorias y registros geológicos. También se pueden usar georradares o sensores electrónicos, capaces de detectar humedad y flujo subterráneo de manera bastante precisa. Otra alternativa más sencilla es observar indicios naturales, como vegetación especialmente verde en ciertas zonas, pozos cercanos ya existentes o pequeños manantiales.

Sea como sea, lo importante es entender que este primer paso es muy importante, pues no solo ayuda a elegir el sitio correcto, sino que también ayuda a planificar la profundidad del pozo y la cantidad de materiales necesarios, como los anillos de hormigón o las tuberías protectoras. Cuanto más sepas del terreno antes de empezar, más sencillo y seguro será todo el proceso. Incluso si después se decide complementar el método tradicional con estudios hidrogeológicos modernos, el péndulo del zahorí sigue siendo una herramienta útil para tener una primera aproximación del flujo de agua bajo tu terreno.

¡Ubicación determinada! ¿Y ahora qué?

Una vez que has encontrado el sitio exacto donde se encuentra el agua, llega el momento de preparar el terreno y empezar a excavar. Lo primero es despejar la zona: quitar piedras, raíces o cualquier obstáculo que pueda dificultar la excavación y asegurarte de que el acceso sea seguro para las personas y para las herramientas.

Después, se marca el diámetro del pozo, que dependerá de si será excavado a mano o perforado con maquinaria. Para pozos tradicionales, más anchos, lo habitual, según nos recuerda Arcobloc es usar anillos de hormigón que se van colocando a medida que se excava, formando las paredes del pozo y evitando que la tierra se derrumbe. Destacan, además, que el hormigón es un material muy resistente y duradero, capaz de soportar la presión del terreno y proteger el agua de posibles contaminaciones externas. Gracias a su solidez, los anillos hacen que el pozo mantenga su forma y estabilidad durante décadas, reduciendo riesgos de accidentes y asegurando que la estructura se mantenga firme incluso en suelos más blandos o húmedos.

Cada anillo se va bajando lentamente, de forma gradual, hasta alcanzar el nivel del agua. En el caso de pozos perforados, la maquinaria introduce un tubo protector que cumple la misma función, pero en un espacio más estrecho.

Durante esta fase es importante mantener el orden y la limpieza: cualquier residuo que caiga dentro del pozo puede afectar la calidad del agua, y también es fundamental que la estructura quede estable para que no haya desprendimientos. Además, aunque ahora el objetivo principal sea llegar al agua, es recomendable pensar ya en el sistema de bombeo o extracción, porque una vez que se alcanza el nivel freático, habrá que poder sacar el agua de manera segura.

Extraer agua potable, ¿Cómo lograrlo?

Una vez que el pozo está excavado y las paredes reforzadas con anillos de hormigón o tuberías protectoras, llega el momento de sacar el agua de forma segura y práctica. Dependiendo de la profundidad y del tipo de pozo, existen varias opciones, todas pensadas para que puedas usar el agua sin esfuerzo y manteniendo su calidad:

  • Pozos poco profundos.

Para pozos poco profundos, los métodos más tradicionales funcionan muy bien: una bomba manual o un cubo con polea facilita sacar el agua directamente, sin necesidad de electricidad. Este sistema es sencillo, económico y útil para huertos o consumo puntual, aunque requiere un poco de fuerza física y atención constante para mantener el mecanismo en buen estado.

  • Pozos más profundos.

Cuando el pozo es más profundo o se quiere un suministro constante para toda la vivienda, lo mejor es instalar una bomba eléctrica sumergible. Este tipo de bomba se coloca dentro del pozo, bajo el nivel del agua, y extrae el líquido hasta la superficie con facilidad. Se puede combinar con un depósito o un sistema de presión, de manera que el agua llegue a los grifos de la casa de forma continua, como si proviniera de la red pública.

  • Opciones amigables con el medio ambiente.

Para aquellos que buscan una solución más sostenible, existen bombas alimentadas por energía solar fotovoltaica, que garantizan un funcionamiento autónomo sin consumir electricidad de la red y aportan un extra de rendimiento para regar huertos o llenar depósitos.

Independientemente del sistema elegido, es fundamental asegurarse de que el agua sea potable y segura antes de consumirla.

¿Cómo se logra? Mediante análisis periódicos, instalación de filtros, y sobre todo, protegiendo la boca del pozo con una tapa que evite la entrada de residuos o insectos. Solo así se asegura que el agua que extraes sea saludable y apta para beber, cocinar o regar tus cultivos sin riesgos.

Mantener el pozo, otro punto a destacar.

Tener un pozo en casa no termina una vez que se alcanza el agua y se instala el sistema de bombeo. Para que funcione correctamente y el agua siga siendo segura, conviene atender los siguientes puntos:

  1. Revisar la limpieza de paredes y fondo:
  • En pozos excavados a mano, pueden acumularse sedimentos, hojas o pequeñas partículas de tierra que afectan la calidad del agua.
  • En los pozos con anillos de hormigón, es importante comprobar que no haya fisuras o desplazamientos que permitan la entrada de tierra o contaminantes.
  1. Controlar la calidad del agua con regularidad:
  • Realizar análisis sencillos para detectar bacterias, minerales en exceso o signos de contaminación.
  • Instalar filtros adicionales o sistemas de desinfección si es necesario, como lámparas de luz ultravioleta o filtros de arena, para garantizar agua potable.
  1. Revisar el sistema de bombeo:
  • Las bombas manuales o eléctricas requieren comprobaciones regulares: lubricar partes móviles, eliminar obstrucciones y verificar que depósitos y tuberías no presenten fugas.
  • En pozos que funcionan con energía solar, se deben revisar los paneles y conexiones eléctricas para asegurar un funcionamiento constante.
  1. Proteger la boca del pozo:
  • Colocar una tapa resistente evita la entrada de hojas, polvo, insectos o pequeños animales, manteniendo la limpieza del agua sin complicaciones adicionales.

Con estas medidas básicas, un pozo puede funcionar de manera confiable durante décadas, convirtiéndose en una fuente estable de agua potable tanto para la vivienda como para el huerto.

Paso final: extraer el agua para disfrutar de sus diferentes usos.

Una vez que el pozo está listo, el agua que obtienes se puede aprovechar para muchos usos distintos. Lo más evidente es beber y cocinar, siempre asegurándose de que el agua se mantiene limpia y apta para consumo mediante análisis periódicos y filtros si es necesario. Además, es también bastante aconsejable para regar el huerto o las plantas del jardín, ya que permite ahorrar en agua de red y garantizar que las plantas reciben un líquido natural y fresco.

También se puede utilizar para lavar ropa o utensilios, llenar cubos para limpieza o incluso abastecer la piscina, siempre teniendo en cuenta que el agua debe tratarse correctamente si va a entrar en contacto con bañistas.

A la hora de aprovechar el pozo, es importante hacer un uso responsable del agua. No se trata solo de consumirla de manera inteligente, sino también de evitar desperdicios, cerrar bien los grifos, cubrir los depósitos y no sobreexplotar el nivel freático para que la fuente se mantenga estable a largo plazo.

Con estos cuidados, el pozo se convierte en un recurso sostenible, útil y seguro, que aporta autonomía al hogar y permite disfrutar de los beneficios del agua propia sin comprometer el medio ambiente ni la calidad del suministro.

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